Quique González bordó su concierto en el Noches del Botánico

El artista madrileño ofreció un mágico y espectacular directo el pasado domingo 18 de junio en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII, acompañado de la autora canadiense Allison Russell

Es uno de los artistas más representativos de nuestra escena, una de las figuras más importantes y voz de más de una generación de personas que ha crecido al compás de sus canciones. Quique González es de otro planeta y así se encarga de demostrarlo en cada disco, en cada concierto. Y el que dio el pasado domingo 18 de junio en Madrid en el marco de las Noches del Botánico, no fue una excepción. Una noche mágica que no hacía más que augurar la cantidad de emociones que viviríamos. Desde la apertura de puertas con la sesión de Juan Melov DJ hasta el propio directo del madrileño, pasando por la espectacular artista canadiense Allison Russell, que también se lució y debutó por todo lo alto. ¿Se puede pedir algo más a la vida? Porque, honestamente, creemos que no.

Tras un directo increíble de Allisson Russell, de esos que se te clavan en el corazón y en la mente, de los que se repiten en bucle hasta el infinito y de los que jamás olvidarás por mucho que lo intentes; llegaba el gran momento de ver en vivo a Quique González. Con ese áurea de misterio, misticismo y ese toque tan de raíz, el artista madrileño abrió con «Miss Camiseta», con esos «Restos de stock» flotantes que se quedan por siempre en el ambiente. Cual «Kamikazes» nos íbamos sumergiendo, canción a canción, en uno de los mejores conciertos en los que hemos estado nunca. Justo en el preciso momento, «Cuando estés en vena» y tengas ya demasiado claro que no huirías ni aunque quisieras, porque al final, el poder de la música y la «Fiesta de la luna llena» terminan por cautivarme más que cualquier otra cosa. Es lo que tiene que cada artista tenga sus propios «Trucos fáciles» para hacer que un «Pequeño rock and roll» nos enganche hasta hacernos decir: «Puede que me mueva».

El poder de la música, sí. Y el poder de Quique González para enamorarnos y dejarnos boquiabiertos con su recorrido, con su experiencia y con sus canciones. Hasta el punto de no importarnos estar a «39 grados» en la calle, porque haríamos cualquier cosa por verlo. Incluso viajar a «La ciudad del viento», incluso dejarnos impregnar por todo el «Salitre», incluso recorrer pequeñas grandes calles que «Se estrechan» hasta ahogarnos, incluso dejar que brote nuestra «Sangre en el marcador». Ninguna sensación en el mundo es lo suficientemente negativa para haber deseado estar en otro lugar aquel 18 de junio. Porque nos habríamos quedado allí cien mil horas más «Hasta que todo encaje», aunque nos hubiéramos perdido «Su día libre» o aunque no hubiéramos visto florecer las «Orquídeas» de nuestro jardín. Hubiéramos dado lo que fuera por volver a escuchar de nuevo «Te tiras a matar» o «Avería y rendición», aunque el tiempo nos lo hubiera impedido y hubiera caído el mayor «Relámpago» del mundo.

Aunque, sin duda alguna, lo peor de aquella noche fue tener que asumir que el concierto de Quique González llegaba a su fin y que, inevitablemente, todos nosotros teníamos que volver a «La casa de mis padres», porque los «Conserjes» del recinto nos pedían amablemente que nos marcháramos. A fin de cuentas, ¿cuántas «Vidas cruzadas» se encontrarían aquella noche en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de Madrid?

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