Chanel consigue el pase para Eurovisión con su canción «SloMo»

Finalmente fue la artista hispano-cubana la que se alzó con el micrófono de bronce, en una gala no exenta de polémica

No voy a negar que he pasado una semana completamente emocionada y nerviosa por la llegada e irrupción del Benidorm Fest. Que no es que haya sido especialmente fan de Eurovisión nunca, pero he de reconocer que como espectáculo y altavoz es impresionante. Pero el simple hecho de pensar que en esta edición podía representar a España una propuesta que verdaderamente destacaba por lo diferente, me emocionaba. Imagínate tú la decepción cuando, después de una gala rápida y vertiginosa, sale elegida Chanel con «SloMo». Que no es que tenga nada en contra de la artista hispano-cubana, ¡faltaría más! Menudo curro de puesta en escena, coreografía e interpretación. De verdad, ya le gustaría a más de uno.

El problema no es ella. El problema es cómo está montado todo el tinglado. Nos han vendido el Benidorm Fest como el «festival que tú quieres». Y al final ha sido de todo menos eso. ¿Cómo es posible que al final haya sido seleccionada la tercera opción del público, y no la primera o la segunda? No nos equivoquemos, el Benidorm Fest ha sido el festival que cinco personas han querido. Ya se empezó a ver en la primera semifinal, en la que la propia Chanel competía. Despuntó sobremanera, en gran parte, gracias al jurado. El mismo jurado que, por su parte, dejó bastante fuera a Tanxugueiras, las favoritas del público. Lo gracioso es que este «vacío» a las gallegas viniera directamente de las tres profesionales españolas, pues fueron ellas las que menos puntuación dieron al trío, mientras que los representantes internacionales optaron por otorgarles la puntuación máxima. Todo ello, dejando de lado el hecho de que la coreógrafa Miryam Benedicted, miembro de este tribunal profesional, había trabajado previamente con la intérprete de «SloMo». Un hecho que nos huele desde aquí, porque muy imparcial no sería en este caso (¿que no habrá más profesionales?).

Hemos perdido una oportunidad de oro. Mira que había propuestas interesantes, diferentes, festivaleras y reivindicativas. Mira que estaba orgullosa de Tanxugueiras, de su tradición, de su gallego y de la política que representan ellas mismas como artistas. Orgullosa también de Rigoberta Bandini, de su desmitificación de las tetas, de su oda a todas las «mamamama mamá», de cómo rompía con la imagen de mujer sexualizada. De Varry Brava y su himno a «Raffaella», de sus incesantes ganas de bailar. O de Rayden, de su ironía y de su necesario replanteamiento de la masculinidad. Todas ellas, canciones con mensajes necesarios, con sentimiento y con ganas de cambiar el paradigma eurovisivo que tanto nos ha acompañado durante todos estos años.

Sin embargo, ha ganado una propuesta que, particularmente, no aporta nada nuevo. No aporta nada que no hayamos visto antes. Ni como espectáculo, ni mucho menos como mensaje (básicamente, la letra viene a ser bastante superficial). Y sí, tengo muy claro que ni Eleni Foureira, ni Helena Paparizou, ni la mismísima Beyoncé han inventado el género. Que hay miles de propuestas de pop bailable, increíbles para cantar a pleno pulmón sin plantearte qué dicen y aún más increíbles para ponerte a bailar. ¡Y está perfecto! Pero no nos engañemos: no dejan de ser fórmulas manidas y repetidas a lo largo de los años en el certamen musical. Igual que en España se ha agotado hasta la saciedad la balada como género estrella para representarnos en el festival. Por suerte, el panorama musical está cambiando y eso se ha visto perfectamente reflejado en las propuestas de este 2022. Pero ha pasado el tren y no hemos sabido cómo reaccionar. Ya fue un poco un despropósito lo que pasó con Luna Ki antes de las semifinales. Todo por no aceptar el uso del autotune (que oye, aunque no me guste nada su estilo, no podemos obviar el hecho de que «Voy a morir» era muy disruptiva y que podría haber llegado a funcionar).

A medio gas nos hemos quedado con este Benidorm Fest que se planteaba emocionante pero que no ha hecho más que obviar lo que ya sabíamos: que los dedazos en TVE, especialmente en lo que respecta a Eurovisión, siguen siendo el pan de cada día. Que ha habido un intento de, pero ha salido mal, muy mal. Muy lejos estamos todavía del Festival de San Remo (de donde el año pasado salieron los ganadores italianos Måneskin, propuesta que aquí habrían echado para detrás a la de 3). Así que espabilad, porque si el año que viene esperamos la misma emoción que este, hay muchas cosas que cambiar: como el sistema de votación (muy 2000 eso de tener que gastar dineros en SMS en la televisión pública) o la selección del jurado y el público demoscópico…porque, ¿quiénes son todos ellos y en base a qué se les selecciona?

Mientras tanto, trataré de esperar a que se me calme el enfado y la indignación de anoche. Intentaré quedarme con la sensación de que mientras «SloMo» y Chanel pasarán sin pena y sin gloria por Eurovisión; Tanxugueiras, Rigoberta, Varry Brava o Rayden pillarán alas. El mejor regalo que les ha podido hacer el Benidorm Fest es el clamor del público, que sí que ha sabido apreciar lo diferente y único.

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