La noche mágica en la que Marwan llenó el Wizink Center
Unas 4.000 personas acudieron a la presentación de «Mis Paisajes Interiores»
Nadie se hubiera imaginado que este día llegara tan pronto. Ni siquiera el propio Marwan. Pero el día en el que «el hijo de un refugiado» llenó el WizInk Center llegó. Y llegó el pasado 12 de enero, de la mano de «Mis Paisajes Interiores»
Hay artistas que no necesitan cantar o hablar para emocionarte. Les basta con escribir para remover por dentro. Marwan es uno de esos artistas multidisciplinares que canta y escribe a partes iguales. Y que con cada cosa que hace, arrasa como un huracán.
El pasado 12 de enero, el cantautor se subía al escenario del WizInk Center, para presentar su nuevo trabajo discográfico: «Mis paisajes interiores». Casi 4.000 personas se encontraban reunidas en el Palacio de los Deportes. Una realidad que distaba bastante de los inicios del «hijo de un refugiado». El mismo que comenzó en las salas más pequeñas de Madrid.
Pero el espectáculo del día 12, comenzó incluso antes de que el propio Marwan se subiera sobre el escenario. Y es que, en la difícil tarea de abrir tal concierto, se encontraba el maravilloso Pez Mago. Un momento que podría haber sido mucho más mágico y especial, de no ser por el público. Ese público que parece no callar si no es su artista el que está sobre el escenario (y a veces ni eso). A pesar de ello, Lucas – Pez Mago estuvo a la altura de las circunstancias, lanzándose de lleno a las «Piscinas Vacías».
Una vez entrados en calor, llegaba el ansiado turno de Marwan. Marcaban las 21.41 en el reloj, cuando toda la banda saltaba al escenario, dando paso al cantante. Comenzó con «Cosas pendientes». La intención era no dejarse nada en el tintero, por lo que era primordial empezar agradeciendo una y mil veces al público, el haberlo llevado hasta allí.
Agradecimiento y nostalgia. Esos fueron los principales sentimientos que nos abordaron durante todo el concierto. La lagrimilla a punto de salir, con «Cómo hacer que vuelvas» y «Cazador de mariposas».
Tras estos primeros momentos de emoción, Marwan volvió a explicarnos «Palabra por palabra» lo importantes que éramos para él. Y lo hizo bajando del escenario y metiéndose entre el público. Con «Carita de tonto» volvió al lugar de donde había bajado, para continuar con el espectáculo.
Aunque para caritas de tontos, las nuestras. Y es que, el de Aluche tenía mil y una sorpresas y nosotros, ingenuos, tratamos de resolver sin éxito «La ecuación». Pero justo en el momento en el que los «Renglones torcidos» parecían no tener solución, Marwan llamó al escenario a Tato Latorre y Funambulista, para cantar «Los restos de esta historia».
Y de nuevo, emoción. Momento del acústico, con la persona que «es la clase personificada»: Alejandro Martínez. Y por supuesto, con «Ya te estoy imaginando», tema que Marwan no solo cantó, sino que también recitó.
Como «Ángeles» caídos del cielo, Marwan comenzó a entonar las primeras letras de «Puede ser que la conozcas», a la que siguió muy de cerca «Desde que duermes junto a mí».
Con «la única princesa en este reino de bestias», Rozalén, el cantautor madrileño cantó «Las cosas que no pude responder». Y así pasó, que ni respondimos, ni pudimos hablar.
Por supuesto, no faltaron otros temas como «Necesito un país» o «El chándal». Ni faltaron sorpresas, en forma de colaboración. Faltaba el plato grande: Luis Ramiro, «Mi único motor», su único motor, su amigo del alma. Una conexión entre ambos que traspasó cualquier frontera, llegando a todos los que en el público estábamos.
Aparentemente, quedaba poco tiempo de concierto. Pero antes de que un espectáculo llegue a su fin, «Conviene saber» que estos grandes acontecimientos hay que volver a compartirlos con amigos. Y por eso, Marwan volvió a llamar al escenario a Tato Latorre.
Fundido a blanco. Desaparición del escenario del gran artista. Pero no era el final, porque «Un día de estos», aparecería de nuevo para recordarnos que, aunque «La vida cuesta», todo tiene solución. Y más si tienes a todos tus invitados sobre el escenario, cantando contigo «Canción de autoayuda». Ese fue, si cabe, el final más apoteósico.